martes, 15 de octubre de 2013

EL ASCENSOR


Un poco cansado de las actividades diarias me subo al ascensor, en el tercer subsuelo... sólo.
Al llegar a planta baja, se llena en un segundo. Ufa, estaba tan cómodo y ahora parezco una sardina enlatada.
Tengo justo enfrente de mí... ¡¡¡¡¡oh, por favor!! Que hermosa cola... y está precisamente apoyada contra mi miembro. No te conozco, pero al verte por el espejo del ascensor veo tu dulce carita, que al principio pareció preocupada y quizás algo molesta, pero que luego de mirar al espejo y cruzarse con mi mirada, parece relajarse. Tus ojitos denotan una mezcla de dulzura, picardía y aceptación... ya que mi bulto ya no se contiene en los pantalones y comienza a ser algo notorio.
El ascensor continuo lleno, y casi no nos podemos mover... pero vos te las rebuscas para menear tu colita, frotándola contra mi pene, que quiere salir sin importarle el público presente...
Octavo piso... aquí debería bajarme, pero... que va, ni se me cruza por la cabeza salir de la posición que tengo ahora. El ascensor comienza a desalojarse, pero vos continúas pegada a mí. Ahora inclinas tu cabeza contra mi oído y me decís: " Hola...", "Hola", te contesto.
Décimo piso. Ya sólo quedan cuatro personas dentro del ascensor, de las cuales dos somos nosotros... aunque parecemos uno, ya que estamos muy pegados.
Piso quince... ya no hay nadie más que nosotros dos en el ascensor. Te das vuelta y me comes la boca de un beso. Que dulce y que sensual... hasta que comienzas a apretar mis glúteos y tu lengüita empieza a hacer de las suyas con mi boca... Hasta el piso treinta no sube nadie, lo que posibilita que nos olvidemos dónde estamos y yo, sin ningún tipo de vergüenza libere mis genitales completamente.... Bajas, a la vez que vas acariciando mi cuerpo con tus manos, y terminan agarrando mi sexo, una mano en el tronco y la otra sujetando fuertemente los testículos. Tu lengua sigue con sus jueguitos, ahora con el glande. De pronto te la introducís toda en la boca, contorsionando tu cuello para que entre hasta el fondo... y la mantenéis ahí por unos segundos. Luego empiezas a bombear, primero lento y después como si me la quisieses arrancar y comértela de un solo bocado.
Estoy a punto de llegar, pero me contengo. Estoy disfrutando demasiado como para correrme en este momento. Una de tus manos desciende entre tus piernas, corriendo tu falda y las bragas. ¡¡Te estas masturbando!! Por favor, no sé cómo hacer para no llenarte la boca... No puedo evitar inclinarme de costado para ver cómo tus deditos juegan primero con tus labios y tu clítoris, para luego entrar hasta los nudillos en tu sexo... No aguanto más. Si seguís así te voy a inundar la boca. Te tomo de los hombros y te invito a levantar. Ahora me toca a mí... y parece que lo sabes. Abrís las piernas para que mi cabeza entre tranquilamente entre tus piernas, y comienzo a jugar con tu clítoris, pero sólo un momento... Tampoco quiero hacerte llegar tan rápido. Intento lamer y morder tus labios, para humedecerte bien, pero eso ya ocurrió. Tu vagina es un mar, del que quiero beber, y lo hago.
Ya los dos estamos excitadísimos; yo como nunca, y vos con un sexo que comienza a gotear en el piso. Sin que haga falta "invitación" te levantas y apoyas tus manitos en la puerta del ascensor, colocando tu cola en posición para ser bien penetrada. Te tomo de la cintura con firmeza, cosa que por el arqueo de tu espalda noto que te gusta. Te apoyo mi miembro en tu vagina, que parece succionarla. El ascensor se detiene; aprovecho el movimiento para embestirte hasta el fondo, arrancando un grito de tu boca... y comienzas a moverte, como si mis movimientos no bastaran; quieres más... y la quieres hasta el fondo. Ahora te sueltas de las puertas y tomas mis caderas, para marcar vos el ritmo. Tus gemidos me vuelven loco. Estoy por terminar... pero el ascensor comienza a moverse. Enojada, sueltas mis caderas y de un golpe aprietas el botón de parada, justo entre dos pisos. Te sacó de clima?
No lo sé, pero aprovechas la interrupción para tomarme de los hombros e inclinarme y luego acostarme en el piso. Acomodas tu falda y comienzas lentamente a sumergir mi sexo en tu vagina, si es posible, más jugosa que antes. Cuando pensé que ya tenías suficiente, que ya había entrado hasta donde tu cuerpito aguantaría... levantas los pies del suelo, haciendo que penetre toda. Y así, con el único punto de apoyo en tu sexo, porque tus piernas parecen tocar el cielo de tan abiertas y levantadas que están, haciendo que tus redonditos cachetes de la cola casi desaparezcan, comienzas a moverte, para adelante y para atrás; para adelante y para atrás. Un poco en círculos, como para que mi miembro recorra hasta el último recoveco de tu vagina y tu útero, porque siento que hasta allí llega.
Bajas tus piernas y, sin sacarla ni un milímetro, me agarras la cabeza con ambas manos y me volvéis a comer la boca. Con tus labios pegados a los míos, gemís como la peor de las gatas, usando mi boca como silenciador. Por tus gemidos, tus movimientos más suaves... y sobre todo por tu cara de relajada, intuyo que llegaste... Te tomas unos segundos para reponerte y sentís que algo pasa dentro tuyo. La sacas y bajas, para tomar tu justo premio. Con la mano la aprietas, como queriendo evitar que todo termine, para poder saborearla... no quieres que salga nada todavía. Por un momento, creo que me quieres hacer sufrir, pero en unos segundos la sueltas y dejas que fluya como nunca, un chorro casi interminable, que te recorre la cara desde la boca hasta la frente...
Me estaba relajando en ese instante, ya que realmente fue impresionante, cuando te escucho a vos, nuevamente, gemir como cuando la tenías bien adentro. Tuviste otro orgasmo... Comienzo a incorporarme, para besarte, pero vos estás ocupada en otra cosa... estas juntando con tus deditos, todo lo que hay en tu cara. Busco un pañuelo, como para ayudarte, pero... no es necesario. Lo estás degustando, gota a gota... No te quiero interrumpir, así que dejo que termines. Ahora sí, te puedo dar un beso. Nos acomodamos la ropa, y liberamos el ascensor. Cuatro pisos más abajo, se llenan nuevamente. En general nadie presiente nada... excepto esa parejita de novios, que mueven sus narices, como quien está oliendo algo sospechoso; algo que conocen.
Te miro, y nos sonreímos. Sabemos que se darán vuelta y que nos mirarán. Debemos prepararnos para poner la mejor cara de yo no fui, pero... no. No se dan vuelta. En realidad se comienzan a mirar entre los dos, y se ponen colorados. Ella saca un desodorante de su bolso, y se lo aplica, y como en un acto de desesperación, también le echa un poco a su novio... Qué estaban haciendo estos chicos de la oficina?
Nuevamente nos miramos, y ahora ya no es una sonrisa leve, sino casi una risa. Nos besamos y prometimos encontrarnos al día siguiente... en un lugar menos público...

No hay comentarios:

Publicar un comentario